En primer lugar, los cultivos transgénicos amenazan nuestra salud. Falta investigación para conocer todos
los daños que pueden ocasionar, por lo que algunos cultivos autorizados se han prohibido posteriormente.
Sin embargo, provocan nuevas alergias y resistencia a antibióticos. Además, varios estudios demuestran
problemas de fertilidad, toxicidad en riñón e hígado. Por otro lado, deterioran el medio ambiente y la vida silvestre. Más del 80% de estos cultivos son tolerantes a herbicidas, por lo que se incrementa su uso. El resto son plantas con propiedades insecticidas que también afectan a la fauna.
Así mismo, producen contaminación genética, pues los caracteres transgénicos contaminan otros cultivos y
destruyen la agricultura familiar. No es posible la coexistencia con la agricultura tradicional y ecológica. Finalmente, no solucionan el hambre en el mundo; la agravan. Solo cuatro empresas biotecnológicas controlan el 90% del mercado de los transgénicos. Los agricultores no pueden guardar sus semillas y
pierden su autonomía y libertad. Estas empresas venden las semillas y el producto químico asociado. Todo
les pertenece.
En una verdadera democracia alimentaria, los consumidores y agricultores deberán tener el derecho y la
responsabilidad de conocer y decidir cómo y dónde se producen los alimentos, y de reconstruir los vínculos
entre el campo y la ciudad. Mientras tanto, será necesario mantener una clara oposición al consumo de
alimentos transgénicos.
CURSO: HABILIDADES COMUNICATIVAS
PROFESOR: ALEJANDRO CHOQUE
BLOQUE: GC-1P
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